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Armando Jiménez y la ciudad donde los difuntos descansan

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“Es una ciudad dentro de otra. El cementerio alberga los restos de millones, recibiendo a unos 20 nuevos residentes diarios”

El Cementerio General tiene 135 años de haberse establecido en la zona 3, iniciando desde la 19 hasta la 26 calle y de la 4ta. a la 7a. avenida. Durante los últimos 13 años, Armando Jiménez ha sido el asesor administrativo financiero de esta necrópolis.

Armando Jiménez explica que la estadía de los cadáveres en los cementerios nacionales es de 14 años. Después de ese tiempo, se hacen los trámites necesarios para que se les asigne un osario, si hubiera espacio. Si ningún familiar responde a las notificaciones, los restos  pasan a ser parte de un osario general, donde se depositan todos los restos de aquellas personas que no fueron reclamadas pero están plenamente identificadas, ya que los enterramientos de personas no identificadas (XX), solo se realizan en el Cementerio La Verbena.

El auto de aquella noche y otros espantos

Don Armando, de 55 años de edad, cuenta que en cierta ocasión, durante una larga jornada de trabajo, terminando sobre la media noche el cierre fiscal, tarea que le tocó hacer solo, llamó a garita para que el agente de seguridad resguardara la oficina, quien le pidió un momento para ir a traer café.

En ese instante, sobre el final de la calle, observó dos luces de carro encendidas, despertando su curiosidad. “Qué extraño, este policía me quiere asustar, pero no me asusté”, narra Jiménez. Mientras miraba fijamente las luces del auto, escuchó cómo este aceleraba y se dirigía hacia él velozmente. “Yo no quería quitarle la vista, pero llegó un momento en que los dos faroles se volvieron tan fuertes que cerré los ojos, cuando me volteé para ver las luces de la parte de atrás, no había nada. Pero, junto a mis pies, miraba cómo las hojas se movían por el viento que dejó la velocidad con que se desplazaba”, continúa el relato.

Unos minutos después llegó el agente de seguridad, a quien le preguntó si había visto el auto. El policía le respondió con una sonrisa: “¿Ya lo conoció? la historia dice que es un muchacho que se iba a casar, pero le negaron el permiso en su trabajo para salir temprano el día de su boda. El joven se conducía tan rápido en su carro, tratando de llegar a tiempo, que tuvo un accidente en el que murió. Desde entonces pasa por aquí todos los días”. El administrador comenta que, en varias ocasiones, ha vivido otros sucesos paranormales en circunstancias similares.

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“En lo personal, disfruto mi trabajo, los cementerios prestan una gran actividad laboral humanitaria. En un pueblo, las personas pueden vivir sin una escuela, por ejemplo, pero no sin un cementerio, no se podría vivir en sociedad». Jiménez considera vital su labor, primero, por las actividades a las que se dedican, que son el manejo y tratamiento de cadáveres; y segundo, por el servicio que le brindan a los ciudadanos que han pasado a otra vida. «Este sigue siendo el punto de reunión con todos nuestros antepasados”, opina.

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