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Los vínculos y el comportamiento social que giran alrededor de la comida son el objeto de su estudio
“El guatemalteco es un reflejo de su región a través de su alimentación, Guatemala es un foco de potenciación mundial en todos los aspectos, la comida se vuelve parte del ADN del país, creando dependencia y preferencia a ciertos alimentos”, Luis Villar Anleu.
El estudioso nació y creció en Panajachel, Sololá, por las condiciones de vida de los pueblos en aquel tiempo su distracción era la lectura, pues no había televisión, y escasamente se escuchaba la radio.
“El amor por la lectura surge recién aprendí a leer, quizá tenía 6 años de edad, hábito que cultivé como estilo de vida. Mi padre fue maestro, eso me hizo maestro. Esos dos detalles influyeron mucho en la formación a lo largo de mi vida”, expresó.
El autor menciona que estar en el río o en la playa del lago de Atitlán estudiando insectos, observando peces o lagartijas, era una vida incomparable a la que vive un joven en este tiempo, es como comparar Marte y La Tierra (muy diferentes), con esta base era predecible que sus estudios universitarios iniciales fueran en el campo de las ciencias naturales, y que hiciera de la Biología su profesión.
Los pasos certeros
Su formación biológica y el entendimiento de que Guatemala es uno de los centros de importancia mundial en cuanto a cultivos y su significado, fueron los detonantes para fijar todas las ideas en un libro.
“El hombre empieza a valerse de las plantas domésticas y luego a depender de ellas, fuera de una perspectiva biológica, y entrando a una visión antropológica, o etnológica significa un patrón de identidad cultural. La gente empieza a crear vínculos de comportamiento social o de conducta individual hacia ciertas plantas y empieza a fascinarse por el loroco, el chipilín, la yerba mora o el güisquil, lo que me abrió los ojos a la importancia de los recursos naturales”.
El libro “La cocina popular guatemalteca, mitos hechos y anécdotas”, trata de encerrar el vasto mundo culinario guatemalteco, desde la perspectiva antropológica de la alimentación y las características del guatemalteco alrededor de la mesa.
“Muchas gracias y buen provecho” en las casas es un ritual obligado (que ya se está perdiendo en la capital) pero en lo rural todavía hay una jerarquía tan estricta que ese comportamiento empieza a darse desde el miembro más grande hasta el más pequeño, “gracias papá, gracias mamá, gracias hermano”, en muchos países ni se entiende por qué damos las gracias y decimos buen provecho”.
El libro se construyó en orden histórico, e incluye tres segmentos: Evolución de la cocina desde la época pre-hispánica, hasta la época contemporánea. La parte más extensa, es el origen de semillas, esquejes, yemas o meristemos, que son los linajes que nos alimentan. Por último, una sección de ejemplos de platos que nos dan identidad, como enchiladas, fiambres, moles salados que no son mexicanos y tamales.
Todo ese componente histórico de identificación con la naturaleza de platillos que nos caracterizan, es la riqueza del libro, que a un chef no le aportan recetas, sino el valor histórico y etimológico de la identidad de nuestras comidas.
